El panorama de las series de televisión se ha convertido en un páramo de productos clónicos con estructuras predecibles y calculadas con el único objetivo de que el espectador no pueda evitar la tentación de ver un episodio más. Tan pequeña es la confianza en la capacidad de atención del espectador que esa urgencia se imprime ya no sólo a los finales de episodio sino que se extiende a toda su estructura, con capítulos cuyo esqueleto se compone de pequeños cliffhangers encadenados. Esto es consecuencia directa del propio formato del streaming, que ha moldeado un hábito de consumo adaptado a la posibilidad de parar la reproducción en cualquier momento, lo cual es el gran hallazgo y a la vez el mayor terror de la industria, pues el miedo a que no haya nadie mirando ha acabado dando forma a unos productos en los que no hace falta estar mirando realmente. Casi pareciera que el modelo a seguir fuese el de redes sociales como Tik-Tok, donde el contenido se le lanza al usuario sin que este realmente tenga que interactuar de ninguna manera.
En medio de este entorno resulta especialmente estimulante encontrar una propuesta como la de The Rehearsal, en la que Nathan Fielder utiliza recursos y formas puramente televisivos para hacer un cocktail único, estimulante y con inquietudes propias. Su punto de partida es lo suficientemente ingenioso para atraer la atención inicial del público: Nathan ayuda a otras personas a enfrentarse a situaciones cotidianas que temen mediante el montaje de unos ensayos a gran escala que les permitan estar en control de todas las variables para cuando se enfrenten realmente a esa situación. Estos ensayos son a la vez grandilocuentes (con réplicas de edificios y decenas de actores implicados) y sencillos, pues esas situaciones suelen reducirse a interacciones con otras personas (conversaciones con amigos para reconocer antiguas mentiras o disputas entre hermanos por una herencia) y es precisamente en ese conflicto entre opuestos donde se mueve la serie para generar su discurso.
Nathan utiliza el formato del Docu-reality, género que en su momento revolucionó la televisión y utilizó su carácter realista para atraer al público y refrescar formatos ya estancados. Con el paso de los años el formato del reality se ha ido retorciendo, exagerando e hibridándose con la ficción para mantenerse vivo, diluyendo la barrera entre géneros y subrayando en muchas ocasiones su carácter simulado, aceptando que el público ha perdido la inocencia y desconfía del concepto de realidad que promete el género. The Rehearsal abraza ese conflicto y lo convierte en su núcleo, pues lo que en otras manos podría haberse quedado en un formato episódico con casos semanales solicitando la ayuda del presentador, aquí se ve atravesado por una continuidad narrativa a través de Nathan, implicado en el proceso del ensayo hasta el punto de aplicarlo en su día a día. De esta manera las fronteras entre realidad y ficción quedan definitivamente desdibujadas, pues Nathan no es un presentador sino un personaje que realmente abraza ese método de enfrentarse a la realidad a través del simulacro, encarnando así el miedo al fracaso de toda una generación y su intento desesperado de mantener el control aunque sea mediante la ficción.
El tercer episodio profundiza especialmente en este conflicto y plantea algunas reflexiones muy interesantes. Nathan se encuentra inmerso en su propio ensayo sobre la experiencia de la paternidad, con niños actores que van intercambiándose cada cierto tiempo para reflejar así todas las fases del crecimiento de un hijo de manera acelerada. Nathan siente que no es capaz de sumergirse del todo en la experiencia al ser consciente del engaño, describiendo que sólo a veces consigue «pequeños destellos en los que realmente se siente como una familia». ¿Su solución para este conflicto? Crear álbumes de fotos con recuerdos falsos e instalar espejos con filtros que simulen la edad que debería tener respecto a la de su hijo.
¿Son acaso las imágenes la única manera que tenemos de enfrentarnos a la realidad? Estamos tan acostumbrados a recibir información a través de pantallas, con las redes sociales convirtiéndose en una herramienta básica en nuestra interacción con el mundo, que hemos asumido las imágenes, por muy trucadas que estén, como testigo incontestable de la realidad. En cierto sentido las redes sociales se han convertido en una extensión de esa revolución que supuso el formato reality, saliendo de los formatos de televisión para instalarse en nuestro móviles, convirtiéndonos en protagonistas de nuestro propio formato que compartimos con nuestros contactos. Las estrellas del cine y televisión han dado paso a los influencers como figuras a las que admirar, y los filtros se han convertido en nuestros pequeños ensayos del día a día. La teoría de Nathan consiste en hacer cada vez más grande el engaño, pero aún así se descubre incapaz de disfrutar de los pequeños momentos de verdad, así que la solución a este gran misterio de la vida probablemente sea deshacernos de todo el artificio posible y enfrentarnos a ella sin intentar tener todas las cartas en la mano.