Llegamos a la séptima jornada del festival con la poderosa sospecha de que la selección oficial de esta edición se ha hecho buscando el diálogo entre las películas proyectadas. Ya hemos nombrado las conexiones que se pueden rastrear entre Nocturama y Playground, Colossal y Un monstruo viene a verme o los últimos trabajos de Sorogoyen y Alberto Rodríguez. En esta ocasión les ha tocado coincidir en la misma jornada a los últimos trabajos de Jonás Trueba y Hong Sang-Soo. La obra del director coreano es uno de los no pocos ecos que resuenan en La Reconquista de Trueba (botella de Soju incluida), donde la habitual inquietud y jugueteo con las formas del director madrileño se cristalizan en una obra ensimismada. El trabajo de Trueba acostumbra a usar referentes fruto de la cinefilia, pero siempre había conseguido alzar una voz propia o al menos la búsqueda de ella. En esta ocasión parece hacer propio el discurso de su protagonista al esconderse en las voces de otro, ya sea a través de las formas o del uso de canciones o extractos literarios con los que expresar la tesis del film. El resultado confunde sensibilidad con sensiblería, fruto de unos diálogos en absoluto naturales, menos aún puestos en boca de unos adolescentes. Queda la sensación de que cierta frescura propia de ese cine «hecho sobre la marcha» se ha perdido en el camino, un camino del que probablemente esta película sea un paso intermedio y que por tanto esperamos conocer su destino.
Un caso prácticamente opuesto es el de Yourself and yours de Hong Sang-Soo, al menos en lo formal. El director coreano sigue haciendo uso de su habitual arsenal de recursos formales y constantes temáticas, pero siempre añadiendo alguna variante, para construir un cine de apariencia sencilla, siempre natural, con el que plantear cuestiones más profundas. En esta ocasión al alcohol, el amor, las repeticiones y segundas oportunidades se añade la cuestión de la identidad. Hong Sang-Soo mantiene con pulso un film de apariencia trivial, cercano al de una comedia de enredos, que se revela como algo más complejo y a la vez delicado en su secuencia final, lanzando un discurso no muy diferente al de Trueba sobre el camino para conocerse a uno mismo y a aquellos que nos acompañan.
También dentro de la sección oficial se presentó El Invierno de Emiliano Torres, un seco drama sobre el capataz de una finca en la desértica Patagonia argentina. La película se muestra decidida a mimetizarse con el entorno, utilizando la cantidad mínima de recursos estilísticos así como muy pocos diálogos. Quizás el aporte más interesante sea su lectura sobre la gélida situación laboral de muchas regiones, en las que conseguir un trabajo es cuestión de vida o muerte y que justifica renunciar a prácticamente todo.