Archivos Mensuales: diciembre 2013

El ruido y la furia

Hace unos días, durante el visionado de El Hobbit 2, me sorprendí a mí mismo agradeciendo los ruidosos efectos sonoros y la música de la película, pues evitaban que escuchase los habituales y siempre molestos comentarios de los compañeros de sala. Sin embargo al finalizar la proyección me planteé si realmente era ese el objetivo de los responsables de la película. Recordé la época en que comenzaron a desarrollarse los espectaculares efectos especiales de origen digital que hoy son tan habituales (hay quién diría que incluso necesarios). Estos trucos visuales fueron ideados únicamente para cautivar la vista del espectador, permitiendo a los directores crear historias y movimientos de cámara hasta ese momento inalcanzables. Sin embargo, la saturación del uso de estos recursos ha llevado a que se haya perdido parte del efecto que provocaban originalmente.

Por lo tanto cabe plantearse ¿el uso de los atronadores efectos sonoros tiene como objetivo conquistar el sentido del oído del espectador, o quizás buscan suplir la falta de espectacularidad que transmiten los efectos visuales? A juzgar por las reacciones de mis compañeros al salir de la sala, en la que ninguno era consciente de que habíamos asistido a un espectáculo de luz y sonido de casi tres horas en el que realmente no había pasado apenas nada en términos narrativos, deduzco que éstos efectos lo que consiguen es embotar los sentidos, despistando al espectador de lo que quizás sea realmente importante. Es significativo si pensamos que durante la evolución del cine, desde la pureza del cine mudo a los espectáculos sonoro actuales, quizás no se ha evolucionado tanto en términos narrativos como creemos, o incluso se ha dado un paso atrás. Personalmente me parece algo aterrador pensar en cuál puede ser el próximo paso.

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Así nos va (Vol. 8)

Ahora que se acercan las navidades, una época de pensar en el prójimo y dar sin esperar recibir nada a cambio, he decidido haceros un regalo, exactamente lo que estabais esperando: ración doble de así nos va.

Con las navidades llegan también los grandes taquillazos para todos los públicos, y muchas páginas y perfiles de redes sociales se animan a preguntarle a todos sus lectores lo que les ha parecido, como en este caso con la segunda parte de El Hobbit. Lo que sucede es que se abre la veda a que comenten personas no ya incapaces de construir una opinión argumentada, sino incluso de juntar más de cinco palabras correctamente escritas.

Hobbit

Para el bis nos adentramos una vez más en el terreno de los comentarios, ese lugar donde parece que ya se busca cualquier excusa para iniciar un debate, ya tenga relación o no con el post relacionado. Sin embargo ha ejemplos un tanto preocupantes.

Así nos va 8

¿Por qué la gente insiste en ser un mero eco de lo que dicen otros? ¿Por qué dar pie a un debate en el que quedas excluido desde el comienzo? O quizás sea simplemente cuestión de dejar claro los conocimientos en cuanto a referencias, demostrar que eres más cinéfilo que el resto de comentaristas. Al final todo se reduce a hablar por hablar, rellenando más espacio en la red.

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Jugando a las películas

Hoy quiero hablar sobre un colectivo cada vez más numeroso en internet que nunca deja de sorprenderme: los cinéfilos. Son fácilmente detectables porque la gran mayoría incluyen este adjetivo en su biografía en las diferentes redes sociales, como si con esa palabra quedase resumida toda su existencia. Pero esta es sólo una pequeña parte de los hábitos que los definen y diferencian del resto de usuarios. Lo cinéfilos gustan de comentar continuamente las películas que van a ver, han visto o están viendo, porque gracias a las redes sociales pueden hablar de ellas en tiempo real. Normalmente tras cada película lanzan su propia valoración crítica en forma de un par de tweets y suelen comenzar interesantes conversaciones en las que discuten sobre el punto de vista de cada uno, hasta llegar habitualmente a la conclusión de que cada uno tiene su opinión y ambas son válidas por igual. En otras ocasiones la conversación suele consistir en el intercambio de apreciaciones y curiosidades para decidir quién es el más cinéfilo de todos.

El ritmo de estos usuarios raramente es menor de una película al día, en ocasiones llegando a 3 ó 4 por jornada. Su gran objetivo vital es, al llegar diciembre comprobar si han visto al menos 365 películas durante el año, y compartir el dato con sus compañeros ¿Cómo lo hacen? Pues muy sencillo, el más fiel aliado del cinéfilo es el servidor de torrents, pues ellos no se pueden permitir el lujo de esperar a que las películas lleguen a las salas de cine o a la web de VOD, su economía no puede equiparar su pasión por el cine. Las pocas ocasiones en que los podemos encontrar en una sala de cine es al llegar el estreno del gran blockbuster del año, ya sea una película de superhéroes o la nueva entrega de la trilogía-precuela de turno, porque ya sabemos que el espectáculo de esas producciones sí que vale el precio de una entrada de cine.

Otra variante interesante son aquellos cinéfilos que deciden trascender las redes sociales y fundar su propia web o blog donde verter sus valoraciones. Una vez consiguen un volumen de lectores importante y cierto nivel de notoriedad el siguiente objetivo está muy claro: tener acceso a los ansiados pases de prensa. De esta manera consiguen el doble objetivo de disfrutar de todos los estrenos en las salas de cine sin tener que pagar y hacerlo antes que nadie, con lo cual tienen la capacidad de influenciar la opinión generalizada sobre una película desde el mismo núcleo. Así los cinéfilos alcanzan el nirvana y son llevados a un nivel superior de existencia, en el que evidentemente son mejores que el resto de sus congéneres.

Los cinéfilos son muy conscientes de la influencia que alcanzan estas primeras opiniones, pues siempre están pendientes de las primeras noticias y opiniones que surgen desde los distintos festivales del mundo, para poder decidir qué vale la pena ver o no, e incluso hacer afirmaciones en base a las opiniones de otro como si fuesen suyas propias. Así se van construyendo unas expectativas durante meses y llegado el momento sentencian películas debido a que «el hype estaba demasiado alto». También están muy pendientes de las diferentes entregas de premios, que comentan con un alto nivel de conocimiento en sus implicaciones e influencias. Tal es su pasión por estos premios que han fundado su propia academia, a la que sólo se puede acceder previa invitación, para entregar sus propios galardones. Ojalá me estuviese inventando todo esto.

El momento más enternecedor llega cuando surge una conversación entre cinéfilos en la que se lamentan del tiempo que tardan en llegar a nuestro país ciertos estrenos, de aquellos que nunca llegan o incluso del precio de las entradas de cine. Digo enternecedor porque evidencia que su pasión por las películas los ha llevado a vivir dentro de una en la que no son conscientes de que esas situaciones de las que se quejan están en gran medida causadas por muchas de sus costumbres. Quizás algún día sean conscientes de que su «pasión por el cine» puede acabar causando la destrucción de esa industria, pero mientras tanto seguirán jugando a las películas.

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